sábado, 10 de enero de 2009

GRACIELA MATURO


(Foto: Jaime Gelbstein)





(FRAGMENTOS)
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El ruiseñor cantó en la noche
ciego.
Frío lo halló la alondra en el amanecer.
Desencuentro de los amantes,
la alondra y el ruiseñor cantan unidos
en una aurora nueva.



(Cuando niña quería escribir un poema
para poner la palabra abedul
o acaso jacarandá, jacinto, lilas.
Luego supe que la poesía
corre bajo la piel como una sangre oscura.
Sentí que era una espera del don,
una corona de música en el alba,
una dádiva, un sacrificio.)
Elegí el incendio de las palabras
para alumbrar
una caverna de silencio.



Todo lo que hemos amado permanece.
No morirán las palabras temblorosas
ni el aire que susurra entre los álamos.
El fulgor de unos ojos,
la pura nota de un violín.
Y el sol que se demoraba entre nubes moradas
desde las barrancas del parque, en Paraná.



Dueña del silencio
de sus pasadizos solitarios
sombríos
inundados
de abejas encantadas.
Empecé un diálogo con el viento.
Supe escuchar su voz enronquecida
de pasión y memoria.
Olvidé las palabras
sólo quedó el silencio

hecho de música y poderío.


En algún momento este jardín se reveló
como un lugar de destierro.
Empezaste a soñar con un amanecer absoluto,
con un día sin muerte.

El alma era una orquídea sin raíces
enredada en los muros del jardín.
Abandoné mis torres
para mezclarme con otros náufragos
hasta que comprendí
que sólo podía darles
una moneda de sangre
una mortaja
tejidas con las hebras de mi propio
corazón.

En la caverna del pecho nació un pájaro.
En el silencio de las grandes ruedas
que mueven los días y las noches
se oyó un canto solitario, tenue.
Sonaba en las albas iluminadas
o en la impiedad de desiertos dolorosos.
Pájaro auroral
ascua viva
corona de los días.

Dejadme amigos míos
en el vivir y el desvivir
dejadme entrar en la fogosa interioridad del bosque
donde residen los leones de la noche
y despertar en las auroras con jacintos azules
y ruido de mar en mis oídos.
Durar en el jardín
beber en el arroyo frío
entre piedras de musgo amarillento;
mis ojos han sido destruidos
y han vuelto a nacer con luz propia.
Ellos me llevan ahora
entre nubes ingrávidas.
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de “Navegación de altura”, Buenos Aires, Último Reino, 2004.
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GRACIELA MATURO. Nació en Santa Fe, Argentina. Es doctora en Letras y ha sido docente en las Universidades de Cuyo, de El Salvador, de Buenos Aires y en la Universidad Católica Argentina. Profesora invitada en España, Italia y República Checa. Investigadora Principal del CONICET. Se ha dedicado a estudios de teoría literaria y literaturas iberoamericana y argentina. Fundadora del Centro de Estudios Latinoamericanos (1970). Muchas veces distinguida, recibió el premio del Fondo Nacional de las Artes por su ensayo "Marechal, el camino de la belleza" (1998). Su primer libro, "Poemas" (1959), la ubica en la generación del “50”, si bien ella confiesa tener mayor afinidad con los cuarentistas. Algunos libros de poesía: "El viento hecho de pájaros" (1961), "El mar que en mí resuena" (1966), "El mar se llama ahora con tu nombre" (1993), "Cantos de Orfeo y Eurídice" (1996), "Memoria del transmundo" (1999), "Los trabajos de Orfeo" (ensayos, 2008).
Ha sido colaboradora de REVISTA SESAM (Nº 45). En 2008 dio una conferencia para la Sociedad de Escritores de San Martín: “La cultura popular”.
Ha sido jurado en el Primer Certamen de Poesía de la Municipalidad de San Martín (2007).
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1 comentario:

Colaboraciones dijo...

Me gustaron en paticular estos textos de Graciela Maturo.

Olga Elena Sánchez Guevara (Cuba)