sábado, 30 de octubre de 2010

AMANDA ESPEJO




EN ROUGE

Cuando calzo en rouge, el deterioro retrocede hasta el comienzo de las ganas, y ya no existe evidencia que entorpezca la urgencia de mis piernas.
Lozanas, prietas, mis pantorrillas brincan en dos el sendero culebrón, serpiente ondulante y llevante hasta el dominio de tu nombre.
Por el callejón del Campanario un coro de hojas secas cruje y se queja bajo mis pasos de fuego.
¿Será gemido o canción?
¿Y… es que no son la misma cosa?
Me excita al máximo su requiebro de sometimiento… pienso… en la delicadeza con que he de caminar sobre tu columna.
Pienso… en la promesa oculta en cada una de tus vértebras y en el poder de mi andar sobre tu cuerpo, así, en rouge, podré pisarte de punta a extremo, asolarte desde el alma hasta la punta de los dedos, hundirme en tus costillas hasta el pensamiento mismo, zapatearte las nalgas, doblegarte el sexo con la suela y el tacón y, estoy segura de que nada, NADA va a impedir el goce de ambos hasta el momento extremo del descalce, cuando, extasiados y extenuados de tanto goce doloroso, dejemos a la vera del colchón (amorosamente alineados), este par endemoniado de zapatos en rouge.


CASI…

–¡Casi…! –me dijiste.
Luego, te deslizaste sobre mi cuerpo y te recostaste a mi lado con tus ojos cerrados. Casi… también pensé yo. Y tal como tú entrecerré los ojos porque, en ese instante, las paredes del cuarto, las cortinas y hasta el espejo comenzaban a derretirse lentamente, como cera al sol, mientras tu orgasmo nonato se escapaba por la ventana agarrado al último de tus gemidos, robándose para ello una de las pequeñas alas que suelen brotarme en la espalda.
Yo, resignada, te regalé mi brazo izquierdo para que anidaras tu sueño en el hueco de mi axila, mientras los dedos de mi otra mano recorrían mi vientre rememorando su antigua tersura, la firmeza huída de mis senos y el calor fulgurante que alguna vez me provocó el sentir socavada, inundada y avasallada por el tamaño preciso la cuenca húmeda que esconde mis secretos entre una y otra pierna.



ALGO ASÍ...


De vez en cuando, dormía así:
con los brazos cruzados,
curvos y apretados
sobre la cálida luna de su vientre.

Soñaba tal vez... Acunando, conteniendo, prolongando
todos los calores
los orgasmos, los temblores,
inducidos por...
el tanteo, la lamida y el jadeo
del intruso persistente,
(no nombrado)
empecinado en guarecerse
en el húmedo refugio
que (ella) esconde entre sus piernas.

Los viernes, noche,
casi rozando la madrugada,
después de la venida, la irrupción
y la estampida al galope
del Amatorio Prestado
( y para no llorar su falta...)
ella dormía así.

(Quilicura, 20/5/2007)


AMANDA ESPEJO (Quilicura, Santiago, Chile). Practica la escritura en sus diferentes vertientes: poesía, cuento y ensayo. Cada relato o poema es, sin lugar a dudas, un fragmento más de su esencia y parte indesmentible de su razón y sentir.
Junto a otros cinco poetas, participa en la creación y difusión gratuita de una revista para el discurso literario llamada La Mancha, en donde tienen cabida todos los que escriben ya sea en Quilicura o en cualquier parte del país y sus alrededores.
No es el resultado de estos logros, de por sí gratificantes para cualquiera, lo que la impulsa a seguir escribiendo, sino la imparable búsqueda de sí misma como representación de lo que todos, de una u otra forma, perseguimos en el fondo. Esto es, el verdadero sentido de la vida.
Su poemario “No hay más que esto”, centrado sobre las variantes del erotismo, se presentó el 7 de septiembre de 2010, siendo este logro una de sus más grandes gratificaciones.